La consecuencia: a Navorski no se le permitirá entrar al país o regresar a su tierra.
VARADO Y VIGILADO
Sin otra alternativa, Viktor Navorski se instala (y nosotros con él) en el inmenso y agitado aeropuerto. Comienza Terminal (128 minutos, 2004, dirigida por Steven Spielberg). Ahí se queda, en medio del gentío que va y viene, con nada más que su equipaje y una misteriosa lata de maní, para la frustración de Frank Dixon (Stanley Tucci), el funcionario de aduanas estadounidense responsable del aeropuerto.
Sucede que este caballero está siendo considerado para un ascenso -justo lo que más quiere en la vida- y piensa que deshacerse de Viktor le hará ganar unos puntos. Así que no tarda en obsesionarse con esa idea, que se le va a convertir en un reto y un enredo.
El desafortunado extranjero, que espera que es cosa de días todo se resuelva, se instala en un espacio de la destartalada Puerta 67 y se va haciendo amigo de las empleadas y los empleados del aeropuerto, de algunos viajeros, y de una guapísima azafata: Amelia (Catherine Zeta-Jones). La ve de vez en cuando y, a pesar de que es la amante de un fulano que siempre la busca y con el que tiene una relación tormentosa, poco a poco se va sintiendo atraído por ella.
UNA PROMESA
Dixon, que vigila a Viktor frenéticamente con las cámaras del aeropuerto, se percata de lo cercana que le es Amelia. Así que la aborda y le pregunta si ella sabe realmente quién es Viktor Navorski y qué quiere. Al menos espera que le cuente qué esconde en esa lata de maní. Nada, Amelia no sabe nada, porque Viktor aún no le ha explicado a su amada que llegó a Nueva York para recoger un autógrafo del saxofonista Benny Golson.
La misteriosa lata contiene lo que parece ser una copia de la famosa foto “A great day in Harlem”, que reúne a los grandes del jazz como Count Basie, Art Blakey, Dizzy Gillespie, Thelonious Monk, Sonny Rollins, Gerry Mulligan, entre otros. Y también tiene 56 papelitos con firmas. Su difunto padre era tan fanático del jazz que descubrió la famosa foto en un periódico de Hungría en 1958, y se juró conseguir un autógrafo de todos los 57 músicos que ahí aparecían. Lamentablemente, murió antes de que pudiera llegar al último, a Golson, pero Viktor le prometió completar la colección. Todo lo que tenía Viktor en aquella lata era una hermosa promesa.
CHANTAJE VS LIBERTAD
Nueve meses vive el joven krakoziano en el terminal aéreo, siempre con la idea de que aquello se resolverá, de que podrá salir de ese limbo en el que lo mantiene la burocracia de un país que ni lo reconoce ni lo recibe ni lo deporta. Está atrapado, no tiene dinero ni habla el inglés. Y tiene que sobrevivir. Son muchas las cosas que hace, desde servir de cupido a cambio de comida, recolectar carritos de maletas para reunir unas monedas y hasta prestar servicios furtivos como albañil. Pero Dixon lo hostiga, lo cita para regañarlo por cualquier cosa, incluso manda a bloquear los portamaletas para que no pueda ganar propinas, para doblegarlo.
Hasta que un día, sus amigos (Joe, Enrique y Gupta) despiertan a Viktor con un notición: la guerra en Krakozhia se acabó. Además, Amelia le ha pedido a su amante, que resulta ser un influyente funcionario, una visa de emergencia de un día para que Viktor, pueda, por fin, cumplir su promesa.
Viktor es tan célebre en el aeropuerto que le arman una fiesta de despedida, pero en medio de la alegría se le instala una enorme tristeza en el corazón al ver cómo Amelia ha renovado su relación con ese tipo que no le conviene.
En este punto, después de limpiarnos las lágrimas, veremos cómo Viktor se decide a salir. Pero descubre que Dixon tiene que firmar la visa. Y el ahora ascendido y poderoso hombre del aeropuerto lo amenaza con causarles problemas a sus amigos si no vuelve a su país inmediatamente. La peor amenaza es la de deportar a Gupta a la India, donde es buscado desde 1979 por agredir a un policía corrupto. No dispuesto a dejar que esto pase, Viktor finalmente accede volver a su país. Pero cuando Gupta se entera de lo ocurrido, se le planta delante al avión que va rumbo a Krakozhia, y logra que el vuelo se retrase.
Dixon se rinde, no puede con la lealtad de aquella gente a la que desprecia. Y ahora Viktor tiene tiempo suficiente para entrar en New York, llegar al hotel donde toca Benny Golson, y conseguir ese último autógrafo. ¿Qué significa esa firma? ¿Una promesa cumplida? ¿O es un símbolo de lealtad? ¿Valió la pena tanta vicisitud para pisar Nueva York solo por unas horas?
FUENTE: Carlos Castro - http://www.correodelorinoco.gob.ve |