
Carlos García Juliá recorrió todo el despacho destruyendo archivos y arrancando cables de teléfono, ciego de odio, ante el cambio ideológico que representaban sus víctimas. Aquella noche de hielo en Madrid, el ultra tenía 24 años.
El miércoles por la noche, 41 años después, unos policías de la Superitendencia de Sao Paulo (Brasil) le pararon cuando apareció en la puerta de su casa, en Barra Funda, un barrio de clase media de la ciudad, muy cerca de la sede de la Policía Federal.
A los 65 años, fugitivo internacional, García Juliá vivía tranquilamente en la ciudad de Sao Paulo con documentos falsos, haciéndose pasar por un venezolano y viviendo con una compañera brasileña, del dinero que ganaba como chófer de Uber. O eso es lo que les dijo a los agentes, información que ahora intentan comprobar. ->>Vea más...
FUENTE: Con información de Cruz Morcillo - Verónica Goyzueta - https://www.abc.es