
La semana pasada, al presidente le reventó una pinza insospechada: de una parte, su partido, que no admitía el relator de la mesa de negociación que exigían los separatistas porque se parecía mucho al 'mediador' que reclamaba Torra en sus indecentes 21 puntos; de otra, la exigencia cerrada de republicanos y neoconvergentes para “hablar de todo”, es decir, del derecho de autodeterminación. El viernes pasado, Sánchez se quedó, al mismo tiempo, sin el apoyo efectivo de su partido y sin la más mínima comprensión de sus acreedores y hasta entonces socios, los secesionistas. Los suyos le pararon y los socios le empujaron. Terminó tropezando, Carmen Calvo mediante.
¿Debió Sánchez haber llegado a esta situación límite? Rotundamente no. Lo suyo hubiese sido convocar elecciones “cuanto antes”, pero se vino arriba y en su primera entrevista en TVE afirmó que iba a terminar la legislatura. En noviembre dijo que no presentaría los Presupuestos —intuía que era una temeridad—, pero en enero se los plantó al Congreso. Se equivocó en las dos decisiones: continuar como si tuviese una mayoría de gobierno en la Cámara Baja y lanzar las cuentas públicas para 2019 sin pensar hasta dónde llegarían las contrapartidas exigidas para aprobarlas. De por medio, se bandeó con decretos-leyes (pinchó en el de los alquileres) y sugestionó a la opinión pública con expectativas de improbabilísimo cumplimiento. ->>Vea más...
FUENTE: Columna de Opinión "Notebook" - José Antonio Zarzalejos - https://blogs.elconfidencial.com