Tras la detención, todos los parientes del arrestado tomaron la decisión de salir por piernas del pueblo con todo lo que pudieron coger en ese momento. El movimiento fue rápido. El clan agarró las cosas que podía cargar en sus coches y se marchó a un lugar desconocido. Dejaron atrás sus casas y tomaron la carretera sin apenas planificarlo. Así lo explican fuentes policiales a El Confidencial, que aseguran que en estos momentos no queda ningún miembro del clan en Aranjuez. "Se han ido todos, no solo los que vivían en el barrio donde se produjo el tiroteo sino también los que residían en otras zonas", explican las citadas fuentes.
Familiares de las tres mujeres agredidas comentan entre ellos que ahora no van a reaccionar, que saben dónde han ido todos los que han huido, que el clan era de La Rioja y que cuando pase todo el revuelo mediático verán lo que hacen. De momento, ayer ya armaron una buena en las puertas de los juzgados, adonde fue trasladado el detenido para prestar declaración. La magistrada titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción 3 de Aranjuez acordó prisión provisional comunicada y sin fianza para el acusado, que fue trasladado al centro penitenciario Madrid III, en la localidad de Valdemoro. La jueza rechazó enviarlo a la cárcel de Aranjuez al entender que en la instalación hay familiares de las tiroteadas y el detenido podría sufrir represalias.
El juzgado imputa a Juan M. J. dos delitos de asesinato consumado, uno más de intento de asesinato y un tercero de tenencia ilícita de armas. Este último ilícito, según fuentes jurídicas, podría sufrir modificaciones en la calificación penal conforme vaya avanzando la investigación judicial. Durante la noche de autos y los días siguientes, la tensión ha sido enorme en el pueblo. La Policía Nacional tuvo que movilizar a una unidad antidisturbios y a varias patrullas para asegurar la zona. Cuando la Jefatura Superior tuvo conocimiento de que la familia del agresor se había ido del pueblo, retiró los efectivos. ->>Vea más...
FUENTE: Con información de ROBERTO R. BALLESTEROS - El Confidencial