Con el estreno de la segunda temporada, que ahora produce Netflix en exclusiva tras su rotundo éxito (y que ya está disponible), se ha reavivado el debate: ¿Dulcifica la imagen de un acosador o sirve para que el espectador se conciencie de esta triste realidad?
Un acosador que genera empatía
Durante la primera temporada vemos cómo Joe (Penn Badgley), un empleado de una pequeña librería de Nueva York, se enamora perdidamente de Beck (Elizabeth Lail), una aspirante a escritora que entra en el local. El problema es que “enamorarse perdidamente” tiene un significado mucho más perverso para el protagonista de esta historia.
Joe se obsesiona hasta tal punto que consigue acceder a los dispositivos y archivos personales de Beck para bucear en sus redes sociales y conocer cada detalle de su vida. De este modo, utiliza la información para fingir ser más compatible con ella y construir una química más especial. Su obstinación no conoce límites y está dispuesto a derribar cualquier obstáculo que se interponga entre él y su amada víctima, por lo que acaba con la vida de los que cree que pueden poner en peligro sus planes de futuro. ->>Vea más...
FUENTE: Con información de ALBERTO BARRANCO - El Confidencial