Sin embargo, y a pesar del confinamiento más absoluto, de las calles vaciadas y de los miles de negocios cerrados, los contagios continúan en aumento, la confianza en el gobierno diluida y la economía de sus habitantes, estrangulada.
Las cifras sitúan a Panamá en el epicentro de la tormenta y antojan una difícil digestión: a 11 de agosto el país contabiliza 76.464 contagios, una media de mil diarios, y 1.680 muertes, según el Ministerio de Salud. “Las medidas y acciones del gobierno, en muchos casos, son improvisadas, arbitrarias y no existe acción coordinada”, afirma Luisa Elena Nuccio, cofundadora del medio de comunicación digital 'Praxis', y añade que “el mayor error que ha cometido el gobierno ha sido ignorar a los ciudadanos”. Para un país de 4 millones de habitantes esta dinámica ascendente lo instala entre los primeros puestos del mundo en letalidad y mortalidad por cada 100.000 habitantes. Según 'The Economist', para alcanzar los niveles económicos previos a esta crisis habrá que esperar a 2023.
Segregación de sexos y ley seca
Una de las particularidades más esperpénticas es la segregación por sexos. En la actualidad, las mujeres pueden salir los lunes, miércoles y viernes; los hombres, martes y jueves; el fin de semana, todos a descansar. Las salidas se realizan en función del último número de cédula (documento de identidad) en abanicos de dos horas. Este entramado de franjas y particiones contrasta con la desconcertante emisión de más de medio millón de salvoconductos que sugiere que muchas empresas no quieren o no pueden digitalizar sus servicios. Algunas pequeñas ciudades del interior, en cambio, sí han logrado contener el virus, reactivar ciertas actividades y degustar los viejos ecos de autonomía. ->>Vea más...
FUENTE: Con información de EHRIOR SANABRIA - El Confidencial