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domingo, 14 de marzo de 2021

El tabú de la homosexualidad en la tauromaquia

¿Cómo es posible que ningún torero haya salido del armario? ¿Por qué la historia pretérita y contemporánea de la tauromaquia no acredita el caso de un matador gay? ¿No plantea este insólito fenómeno el oscurantismo aún vigente en ciertos sectores del mundo taurino?

Las cuestiones son inquietantes porque demuestran o demostrarían que un torero homosexual sería observado con recelo y se expondría a las chanzas y las discriminaciones. Estadísticamente hablando, es imposible que no haya ni haya habido toreros homosexuales, tanto entre las primeras figuras como entre los que adquirieron menos fortuna.

Solo puede mencionarse un par de 'casos' representativos. Y de etapas bastante más remotas, o sea, cuando la homosexualidad se perseguía y se planteaba en la clandestinidad. Le sucedió al diestro neoyorquino Sidney Franklin (1903-1976), que nació en Brooklyn y que se inició en la tauromaquia después de haber asistido a una faena de Rafael Gaona en la plaza de Veracruz. Su padre, judío itinerante, se había instalado en México. Y había facilitado la afición del chaval, cuyos progresos en el oficio de novillero explican que alcanzara a presentarse en la plaza de Sevilla.

Era bastante evidente que lo apodarían El Yanqui. Pero no estaba tan claro que un yanqui pudiera llegar tan lejos. El Estudiante le dio la alternativa en 1945. Prosperó en algunas plazas. Recibió cornadas desgraciadas. Y escribió una autobiografía, 'Bullfighter from Brooklyn', donde exponía su honda amistad con Hemingway y donde en absoluto mencionaba la homosexualidad. La silenció consigo hasta la tumba. Y la sacó a la luz una investigación bastante reciente de Rachel Miller en su despacho de la American Jewish Historical Society. Concluye Miller que Franklin pudo 'esconderse' allí donde más difícil parecía: la España de Franco y de la posguerra, en un misterio y oficio reservado al macho ibérico.

Por eso reviste tanto interés el 'expediente' de Mondeño. Es el apodo de Juan García y el sobrenombre de un matador que nació en la extrema pobreza de Puerto Real (1934) y que desconcertó a los espectadores del Nodo cuando trascendió la noticia de que iba a convertirse en fraile.

E ingresó, efectivamente, en la orden de los dominicos, aunque la experiencia, iniciada en Caleruega (Burgos), únicamente se prolongó unos meses entre 1964 y 1965. Sacudió la noticia la sociedad de aquellos años. Porque el insólito cambio de 'hábitos' y porque Mondeño, un torero de valor seco y bastante carisma, había adquirido bastante notoriedad y popularidad en el escalafón. Después sobrevino la desaparición, su trasiego en diferentes países —México, particularmente— y su vida de prosperidad y coches de lujo en París. El periodista Luis Nieto lo entrevistó en 2009 para el 'Diario de Sevilla', aunque fue el entrevistado quien hizo la primera pregunta: "¿Cómo me ha encontrado?". De lo que no se hablaba en la entrevista es de la homosexualidad del matador. No hay huella alguna en las biografías oficiales. Representa un antiguo tabú que solo pudo romperse en los ámbitos de más confianza del propio diestro gaditano.

El fin de la Fiesta' es el título del ensayo de Rubén Amón que publica la editorial Debate y que plantea la crisis de la tauromaquia en una sociedad que abjura de ella, quizá porque los toros plantean con descaro todo lo que la sociedad misma teme: la muerte, la liturgia, el heroísmo verdadero, la reivindicación de lo masculino, la jerarquía y el escándalo estético. Son muchos los malentendidos que amenazan la tauromaquia, ninguno tan elocuente como la manipulación política en que incurren sus detractores y benefactores, pero el más clamoroso es el medioambiental y el ecológico. Pocos fenómenos engendran mayor cualificación 'verde' que la tauromaquia.  ->>Vea más...

FUENTE: Con información de Rubén Amón - El Confidencial

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