En esta situación, Rocío Carrasco recibió varios golpes de la adolescente, que llegó incluso a tirarla al suelo, donde siguió golpeándola y dándole patadas, produciéndole “policontusiones con equimosis en la región frontal derecha, con edema en ambas muñecas, en muslo derecho, en el antepié derecho y un hematoma en el segundo dedo del pie derecho”, según consta en el parte médico.
Según ha sabido El Confidencial, Rocío Carrasco llegó al hospital madrileño acompañada de su chófer. Posteriormente, la acompañaría su esposo, Fidel Albiac, que permaneció en todo momento en un segundo plano. Allí ingresó en la zona de urgencias, donde estuvo en observación, y tras realizarle diferentes pruebas, el equipo médico decidió ingresarla en planta. Uno de los facultativos que la atendió en este centro, con el que ha hablado Vanitatis, subraya: “Rocío estaba totalmente destruida psicológicamente. En ese periodo ya estaba sometida a un tratamiento por depresión y sufría grandes trastornos psicológicos que la estaban minando”.
El médico prosigue, explicándonos que “cuando le informamos que teníamos que dar parte, como en cualquier otro caso que tenemos de maltrato, a la Guardia Civil de las agresiones que había sufrido, ella se negó tajantemente a que nada de lo ocurrido saliera del centro. Le dijimos que estábamos obligados y que lo debíamos hacer. Ella no paraba de insistir que, por favor, no se mandara ese fax a ningún sitio, que ella no quería perjudicar a su hija y menos denunciarla. Si por ella hubiera sido, ese parte jamás hubiera salido del hospital. Tenía lagrimas en los ojos”.
En el tiempo que estuvo ingresada, la única obsesión de Rocío era proteger a su hija: “No habéis mandado ese papel, ¿verdad? Que nadie sepa nada”. El médico prosigue contándonos que Rocío estaba en un estado “de aturdimiento mental muy lamentable y quería evitar a toda costa también que nadie de la prensa se enterara y que el suceso no trascendiera a los medios de comunicación por nada del mundo”. ->>Vea más...