Por: Daniel Samper Ospina - Las noticias cuentan que Iván Duque llevaba buscando durante días una reunión telefónica con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski y que incluso alcanzaron a programarla para el 18 de marzo pero el propio Zelenski terminó cancelándola en último momento, supone uno que bajo cualquier pretexto, el primero que se le vino a la cabeza: que justo en ese momento las tropas rusas sitiaban a Kiev y amenazaban con una guerra nuclear, por decir algo.
Dispuesto a dar ejemplo para que las siguientes generaciones se inspiren en su ejemplo de líder valiente que se crece ante las adversidades, el presidente Duque no se rindió y todavía hoy insiste en la cita. La idea de dar un telefonazo al presidente Zelenski se le ocurrió a él solito, en la madrugada de cualquier desvelo, y para hacerla realidad convocó esa misma mañana a María Paula Correa y a la vicecanciller Martuchis y les dio instrucciones precisas: quiero reunirme por teléfono con Zelenski, porque Andrés, mi hermano, no puede viajar este mes; y quiero hacerlo ya, les ordenó.
—Pero ¿quién podría ser el traductor en la llamada? —preguntó María Paula.
—¿Conoces a alguien de la Sergio que hable ucranés? —indagó el mandatario.
—Se dice ucraniano —señaló la vice.
—¿Conoces a alguien de la Ucraniano que hable ucranés, entonces? —se autocorrigió el presidente.
Gracias a su experiencia como tiktoker, la canciller misma se ofreció a traducir por señas, pese a que la llamada era telefónica. Y a que ella no habla ucranés. Ni ucraniano. Ni español.
—Presidente —le dijo su alto consejero Para Tarazá—: ¿no es mejor que le marque a algún líder social en Tarazá, por ejemplo? Allá también hay guerra y nos queda más fácil conseguirlo.
—No —dijo enérgico el perfeccionista—: necesitamos un golpe internacional.
En los días siguientes la posible reunión entre los dos mandatarios fue copando la obsesión del jefe natural de la economía naranja al punto de que su equipo diseñó una estrategia para que el encuentro telefónico se diera. La ministra de Comunicaciones sería la encargada de cambiar de plan al presidente: lo pasaría de Tigo a Movistar y de prepago a pospago. La vicepresidenta se sentaría en el piso durante la llamada para que no se cayera ya no digamos la señal, sino ella misma. El ministro de Defensa contrataría a la firma Alotrópico para que grabara el encuentro a varias cámaras. El fiscal se trasladaría a San Andrés para lo que pudiera hacer falta y el doctor Luis Guillermo Plata sería nombrado gerente Para La Cumbre Telefónica Colombo-Ucraniana y designaría a un numeroso equipo de expertos para que trabajaran con sede en Europa, ojalá en un país que no haya pertenecido a la cortina de hierro.
—Me gusta esa idea: si Tutina cambió las cortinas de Palacio, nosotros la superaremos con esas cortinas de hierro —advirtió el mandatario.
El gerente Para La Cumbre Telefónica Colombo-Ucraniana diseñó una agenda de varios puntos: primero, saludo y envío de saludos de Álvaro Uribe por parte del presidente Duque, y que lo quiere mucho; segundo, canción Te doy mi vida, interpretada en guitarra por el propio presidente Duque en persona; tercero, narración de hipotético gol de Ucrania a Rusia en la voz de William Vinasco Ch.; cuarto, palabras del presidente Zelenski al Parlamento de Polombia, tal y como lo hizo ante el Parlamento europeo o el americano; quinto, ovación de Laureano Acuña, Nadia Blel y demás senadores afines al Gobierno, cuyo aplauso ambientará previamente el ministro del Interior (con cargo a cupos indicativos y derecho a licitar un centro “Sacúdete”).
Una vez se aprobó la agenda, y bajo el visto bueno de María Paula Correa, el presidente entregó a la vicepresidenta la responsabilidad de llamar insistentemente al palacio de Kiev, mientras él hacía lo propio, con la esperanza de que dos teléfonos fueran más que uno.
Entre tanto, en el otro lado del mundo, caía la tarde en Kiev y con ella un nuevo ramillete de bombas que sacudían el piso y rajaban el techo del ruinoso palacio presidencial. Parecía un milagro que las comunicaciones satelitales del puesto de mando donde aún se resguardaba el valiente presidente Zelenski funcionaran. Ataviado con su informal camiseta color verde militar, estudiaba el mapa de la península de Crimea para planear un ataque sorpresa, cuando su estafeta de confianza lo interrumpió con el auricular en la mano.
—Es nuevamente él, señor…
—¡Pero es la octava vez que llama esta tarde, dios santo! ¿No sabe que hay guerra? ¿No sabe que acá estamos ocupados?
—Dice de nuevo que le urge hablar con usted…
—¿De dónde dices que es?
—De Columbia o algo así….
—¿Estados Unidos? ¿Eso es Carolina del Sur?
—No tengo idea, señor, el mapamundi que teníamos quedó destrozado con las bombas de la semana pasada.
—Dile que estoy ocupado. ->>Vea más...
FUENTE: Artículo de Opinión – Los Danieles