
Lo cuenta Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927) en uno de sus libros menos conocidos y más polémicos, una joya inencontrable hasta hace poco que acaba ahora de reeditarse en el segundo volumen de sus 'Ensayos' completos (Debate, 2016). Su título: 'Esas Indias equivocadas y malditas'. Publicados originalmente en forma de artículos en El País en 1988 como anticipación de los fastos del Quinto Centenario, el contenido se duplicó con apasionantes notas y apéndices -a la verborreica y entrañable usanza ferlosiana-, al adquirir forma de libro en 1994. En sus páginas Ferlosio arremete sin piedad, sin hacer prisioneros, contra la brutalidad del descubrimiento de América, contra la estúpida banalidad de su celebración y además, ojo, contra los ingenuos mangas verdes que pretenden ahora oponer la historia de los vencidos a la de los vencedores.
Si alguien quiere aprovechar el Día de la Hispanidad para cargar contra la conquista americana -y en general contra España, que es de lo que suele tratarse- mejor haría, en lugar de blandir manoseados estereotipos, en leer a Ferlosio.
Un mal sin malos
Rafael Sánchez Ferlosio no es un animalista cargado de clichés que desea la muerte a los niños con cáncer que quieren ser toreros. Tampoco lo aceptarían en una asamblea de las CUP que decidiera por unanimidad retirar la estatua de Colón de Barcelona. Su libro, en la mejor tradición del panfleto ilustrado, advierte desde sus primeras páginas que la Conquista de América fue un mal indudable, que arrasó motivado por el puro instinto de dominio, tierras y pueblos, pero que fue al tiempo "un mal sin malos". "Acostumbrados", escribe, "a este infantil reparto de papeles, bueno y malo, comprendo que a muchos pueda resultar tan arduo como turbador cualquier punto de vista que disminuya en algún grado la responsabilidad de los autores de tan tremendos e incontables crímenes como los que constituyen la trama dominante de la conquista y colonización de América, pero en eso consiste justamente el mayor espanto de la Historia Universal".
Cuando Colón puso un pie en la Española se desataron los peores instintos de profanación, ultraje y depredación
Y el mismo error cometen, advierte Ferlosio, los que ensalzan hoy a los vencidos frente a los vencedores. Dan igual unos y otros, el asunto es que cuando Colón puso un pie en la Española se desataron los peores instintos de profanación, ultraje y depredación, y no importa tanto quiénes los cometieron como las ideas que los ampararon. Ni siquiera cree que el oro y el ansia de riquezas sirviera de estímulo principal. Sí lo fue el designio histórico y esa generadora de coartadas llamada Iglesia Católica. En realidad Hernán Cortés sólo era el mejor dotado de los que pasaban por allí para entender lo que debía hacer. Pero, "el verdadero malo es Dios, o, lo que viene a ser lo mismo, la Historia Universal", apostilla el escritor.
En 'Esas Indias equivocadas y malditas" Sánchez Ferlosio alterna con brillantez y cultura desarbotante el ensayo sobre las razones universales de la Conquista y la crítica cruelmente irónica de sus valedores pasados y presentes. Lamenta que Bartolomé de las Casas se quedará corto en su denuncia del trato a los indígenas, tacha a Ortega y Gasset de "hortera arístocrata dandi" por sus loas a la "vitalidad" de la España inmortal en 'El origen deportivo del Estado', menciona con desagrado los "ripios fascistoides" del Machado que cantaba a "la España del cincel y de la maza" y se burla del filósofo Julián Marías cuando se maravillaba por la asombrosa velocidad de las hazañas de los españoles: "poco mérito tiene quien llega tan lejos arrollándolo y aplastándolo todo a su paso".
Y otro perro más: la leyenda de 'Becerrillo'
Tras desbaratar tópicos como el de la fusión de razas -más bien violación y prostitución ambulante obligada- o el de la oportunidad de un Cristóbal Colón que estaba en el lugar preciso en el preciso momento -en realidad pilló a los castellanos completamente desprevenidos- el fulgurante ensayo de Ferlosio concluye con esa citada y despampanante sección de notas y añadidos que dobla la extensión del libro y en la que entabla un virulento debate con Julian Marías y José María García Escudero. Llegado hasta aquí, el lector habrá aprendido mucho y saboreado la parataxis anfetamínica del autor... y a la vez no estar de acuerdo con nada de lo que dice. Pero siempre quedará en su memoria la historia de otro can, Becerrillo, el padre del Leoncico que presentabamos al principio de esta nota. Atiendan.
Becerrillo era un perro inteligente y despiadado de color bermejo que fue criado en la Española y curtido en la actual isla de Puerto Rico. Una noche de jarana, el capitán Diego de Salazar decidió echarle al perro una "india vieja" a la que engañaron dejándola aparentemente libre. La india comenzó a andar feliz por la libertad recuperada y, en ese momento, soltaron al perro tras ella. Cuando la anciana comprobó horrorizada que el animal la alcanzaba a la carrera con las fauces abiertas, hincó la rodilla en tierra y comenzó a balbucear "Perro, señor perro, no me haga mal, perro, señor". E, increíblemente, el perro se amansó sorprendido de oírla, paró ante ella ya tranquiló y orinó a sus pies. Los conquistadores quedaron tan maravillados que decidieron perdonarle la vida a la india. Y así, concluye Ferlosio, aquellos terribles perros dieron "una inopinada lección de piedad a las conciencias de hombres que se decían cristianos".
FUENTE: Daniel Arjona - http://www.elconfidencial.com