"¿Cómo es posible que la comida siciliana, con su cuscús, su pez espada y su ensalada de cítricos pertenezca al mismo reino culinario que la región subalpina del Piamonte, con sus trufas, sus elaborados platos de carne regada con vino y sus ‘agnolotti?", se pregunta el historiador británico John Dickie en su libro 'Delizia! 'La historia épica de la comida italiana'.
Afirmar, sin embargo, que la cocina italiana es una invención sin fundamento es una simplificación igualmente errónea. A pesar de que el Estado tiene poco más de ciento cincuenta años y durante siglos la península se mantuvo dividida, la tradición de sus fogones no es ni mucho menos un conjunto de gastronomías sin conexión. La costumbre de la polenta en todo el norte o el hábito de comer siguiendo el orden de 'antipasto', 'primo', 'secondo' y 'dolce' son dos ejemplos que lo desmienten, si bien el principal nexo gastronómico nacional encuentra en la pasta a su protagonista más evidente.
La pasta en oriente
Que Marco Polo importara los fideos de China, iniciando de este modo la cultura del alimento en Europa es un mito que necesita ser desmentido. Para empezar, la figura del mercader y viajero veneciano es más que controvertida. Se supone que la primera versión de sus relatos habrían sido recogidos por Rustichello de Pisa en el año 1298, cuando ambos compartían prisión en Génova, y aunque todo el continente se sentía fascinado por sus viajes, las transcripciones de sus historias en diferentes lenguas acabaron siendo difundidas en realidad por segundas y hasta terceras voces. (PULSE AQUÍ PARA VER MÁS)
FUENTE: Con información de Gonzalo de Diego Ramos - https://www.alimente.elconfidencial.com - (PULSE AQUÍ)