
Para las élites —ya escasas— de financieros y para la comunidad empresarial vizcaína, las informaciones sobre la contratación por el BBVA de los servicios torticeros del comisario Villarejo solo confirman lo que algún exconsejero de la entidad denomina “la mínima catadura moral” de González. En la principal ciudad vasca, la fusión del Bilbao Vizcaya con Argentaria en 1999 se recibió con renuencia. Emilio Ybarra copresidía la nueva entidad (BBVA) con González, pero el banquero vasco, aun siendo de linaje de abolengo en el mundo de las finanzas, nunca tuvo el reconocimiento de un Pedro Toledo, presidente del Vizcaya, prematuramente fallecido.
Era Pedro Toledo Ugarte el hombre llamado a ser referente vasco de la banca y las finanzas. Murió con solo 54 años en 1989 en la Clínica Mayo de Rochester, en los Estados Unidos. Una enorme fatalidad. El año anterior, Sánchez-Asiaín —presidente del Bilbao y predecesor de Ybarra— y él habían creado el BBV, convirtiendo la capital de Vizcaya en la sede de la primera entidad bancaria del país. “Con Toledo, jamás un FG habría llegado tan lejos” musitan —entre nostálgicos y enrabietados— los próceres bilbaínos.
Ybarra jugó mal sus cartas en la fusión con Argentaria. Ocultó en las 'due diligences' los fondos extracontables en Jersey a nombre de consejeros cuya finalidad siempre ha sido confusa. Un dinero: en euros, 225 millones, en pesetas, más de 37.000 millones. Y ya en la 'confianza' de la copresidencia con González, Ybarra le aclaró el asunto para regularizarlo. El de Chantada vio la oportunidad de zafarse del colega y en diciembre de 2001, tras la renuncia del vasco, González se hizo con la presidencia única del BBVA.
El ahora retirado presidente de la entidad 'liquidó' la competencia de Ybarra —atrapado en su error de juicio— y, sobre todo, las del consejero-delegado, Pedro Luis Uriarte, y otros consejeros, además de directores generales de la rama vasca. Entre los caídos, Mario Fernández, exvicelendakari del Gobierno vasco y, seguramente, uno de los abogados mercantilistas más brillantes de España en aquellos años.
La frialdad con la que González aprovechó la ocasión para la defenestración vizcaína causó en Bilbao auténtica consternación. El gallego estaba reventando la identidad del banco. Quiso recuperarla, porque las siglas de la entidad tenían un significado, una historia, un bagaje. Y se trasladó allí para pedir a vizcaínos de pro que sustituyesen a los que él despidió. La mayoría le dieron con la puerta en las narices. Logró colocar a alguna bilbaína de prosapia, pero no obtuvo ningún apellido de tronío de la tierra.
Y mientras, Emilio Ybarra recorría su particular camino de la amargura: la Audiencia Nacional le condenó por apropiación indebida (2005) pero le absolvió el Supremo (2006), aunque la entidad tuvo que pagar tres millones de euros en concepto de sanción por los fondos expatriados. Quedó claro, sin embargo, que Ybarra no traspasó la línea roja del Código Penal.
La operación que en los años de Rodríguez Zapatero (Emilio Ybarra siempre vio en Francisco González el desafecto de José María Aznar) encabezó Luis del Rivero (Sacyr), acompañado por el hermano de Emilio, Santiago Ybarra, Abelló y otros —una operación entre 2004 y 2005 con algunos tintes políticos—, fracasó y supuso una nueva frustración para las élites bilbaínas, que creyeron que el intento era obligado: González, bajo el Gobierno del PP, se había hecho con el banco; era 'lógico' que con un Gobierno socialista y un nuevo empuje financiero, se procurase la recuperación de la entidad.
No fue posible. Pero nadie —ni en Bilbao ni en Madrid— llegó a sospechar que el banco presidido por González (¿lo decidió él?, se preguntan en la capital de Vizcaya) pagara a un policía de las 'cloacas', emplease presuntamente medios públicos para el seguimiento y el espionaje de decenas de personas y, al final, todo acabase en un fiasco, con posibles chantajes de por medio.
“Esto no puede quedar así”, confiesa el hijo de un exconsejero del BBVA. “FG nos traicionó en 2001 cuando corrió a delatar arteramente a Ybarra al Banco de España, y ahora, confirmando nuestras sospechas sobre su ínfimo nivel, jugó sucio en la operación de recuperación que legítimamente intentamos. Este hombre no se puede ir a su casa de rositas. Con el sueldo, con honores, con una pensión de las dimensiones de la que disfruta. Tiene que pasar por el juzgado central correspondiente de la Audiencia Nacional y nos vamos a encargar de que así sea. La primera traición fue sucia, pero la segunda puede ser delictiva”.
Literal. Bilbao, el Bocho unamuniano, la capital de Vizcaya, “a la que González solo venía a toda prisa para una mustia junta general de accionistas que despachaba como un trámite que le importunaba”, se siente doblemente traicionada. Y hay ganas y dinero para emprender una batalla judicial. En Bilbao, van a por González.
FUENTE: Columna de Opinión "Notebook" - Jose Antonio Zarzalejos - https://blogs.elconfidencial.com