El conflicto había arrancado al calor de la pubertad de la menor. Madre e hija llevaban alrededor de tres años enfrentadas y así lo declararon en el juzgado cuando fue preciso. Los informes de la joven aseguraban que estaba condicionada por los embrollos judiciales derivados del divorcio de sus progenitores y aleccionada en su comportamiento por la figura del padre, argumentos que se pusieron en manos de los jueces.
Tras la agresión del día 27 de julio y la posterior denuncia, agosto de 2012 fue un mes difícil para todos. Especialmente para Rocío Carrasco. Un juzgado de instrucción la estaba investigando por maltrato y, como medida provisional, el magistrado titular del mismo le arrebató en agosto la custodia temporal de la denunciante y se la entregó en su totalidad al padre, hasta que se aclarara todo.
Por tanto, y a pesar de lo que han venido narrando trovadores y juglares, de ese culto pagano perpetuo al mito de Cronos devorando a sus hijos, Rocío Carrasco pudo hacer muchas cosas mal, sí, pero lo cierto es que nunca renunció voluntariamente a la tutela de su primogénita. Una hija que nunca regresaría a casa después de aquello y que acabaría condenada por maltrato contra su madre en 2013 y asegurando en los platós de televisión, siete años después, cosas como: “Yo tengo mi conciencia muy tranquila, ella [por Rocío Carrasco] no lo sé".
No solo fue un mes de congoja e incertidumbre para la fam, sino que fueron varios. La angustia se prolongó concretamente hasta el 26 de diciembre de 2012, cuando el Juzgado de Instrucción n.º 1 de Alcobendas publicó el auto de “sobreseimiento provisional de las diligencias previas y el archivo de la causa” contra Rocío Carrasco, argumentado en las “francas contradicciones” en las que cayó su hija al relatar los hechos. ->>Vea más...
FUENTE: Con información de NACHO GAY - El Confidencial